Taller de Literatura y Filosofía.

1º trabajo (3 de Mayo) "El barroco"
2º trabajo (17 de Mayo) "El sonido que habito"
3º trabajo (6 de Junio) "Disertación relacionada con el Quijote"
4º trabajo (14 de Junio) "Miradas cruzadas"


¿QUÉ HACE QUE YO SEA YO?
   Sacad vuestras propias conclusiones después de leer lo escrito a continuación.

Texto literario para Filosofía-Literatura:
   Allá por el año 2005, yo vivía en Barcelona. Creía ser feliz, la persona más feliz del mundo. Todo lo que quería, lo conseguía, tanto si lo necesitaba como si no. No me faltaban amigos, ni un buen trabajo, ni dinero. Mi vida era un paraíso. Lo malo es que era la persona más egoísta, avariciosa, creída, vaga y otros adjetivos negativos, que os podáis imaginar.

   Un día , mi jefe me llamó a su despacho. Se trataba de un proyecto fuera del país, en algún punto perdido de Sudamérica. Sólo iban a ser un par meses. No me gustaba mucho la idea de tener que salir del país, pero no podía rechazar una oportunidad así para ganarme la confianza de mi jefe y poder llegar a este puesto algún día.
   Cogí el avión rumbo a mi destino, el que iba a ser mi hogar durante los próximos dos meses.
   Cuando llegué, nada era como me lo había imaginado. Siempre pasa lo mismo, las cosas nunca son como nos las imaginamos. Era una zona con poca población y bastante atrasada, poco desarrollada. Lo primero que me pregunté tras bajarme del avión y mirar a mi alrededor fue cómo iba a sobrevivir en aquel sucio e incómodo lugar.
   Pregunté por la dirección que me habían dado a un señor que parecía no haberse lavado en toda la semana. Me dijo que debía andar unos 25 minutos a pie siguiendo la carretera. ¿En serio? ¿A pie? Nunca en mi vida había caminado más de 15 minutos para ir a algún sitio, tenía mi fantástico coche para ello. Llegué a duras penas a lo que iba a ser mi hogar durante los próximos dos meses. No me lo podía creer, parecía un caserío de hace un siglo, de madera y moho. Llamé a la puerta dando dos golpes con mi puño, ya que no tenía timbre. Me abrió un niño de unos diez años. Me invitó a pasar y llamó a la que parecía ser su madre. Esta señora me dio la bienvenida, me cogió la maleta y me indicó que la siguiera hasta mi habitación. El interior del caserío no era mucho mejor que el interior. Tenía escasa decoración. En la entrada tan solo había dos sillones estropeados y una mesita con un candelabro a modo de decoración. Las escaleras eran de madera, con escalones deformados por el paso del tiempo, con la parte central desgastada y la barandilla  irregular. Habría unas cinco habitaciones más a parte de la que iba a ser mía. Estaba justo enfrente de las escaleras. La puerta era pequeña. Recuerdo que tenía un pomo de los de antes, redondo y de color marrón. Temí que se rompiera cuando la señora abrió la puerta. La habitación, como el resto de la casa, tenía poca decoración. Tenía una cama, una mesita con una lámpara, un armario y una mesa con una silla. No era excesivamente grande. La verdad es que viendo el resto de la casa, podría haber sido peor. La señora me preguntó si necesitaba algo y dijo que la cena se serviría a las ocho. Se fue. Justo después de que cerrara la puerta me entraron unas ganas tremendas de llorar, ¿dónde me había metido? ¿a dónde me habían mandado? No sabía si iba a ser capaz de aguantar dos meses entre gente pobre, no muy lejos de la vida del tercer mundo, con unos recursos así.... lo iba a pasar verdaderamente mal. Necesitaba mi coche, mi casa con vistas al mar, mi jacuzzi, mi tele de plasma.... Miré el reloj. Quedaban cuarenta y cinco minutos para las ocho. Saqué mi portátil. No sabía muy bien si iba a tener suerte. Y no la tuve. ¡No había wifi! La verdad es que no me sorprendió demasiado, no podía esperarme otra cosa de aquel lugar. No tenía todavía mucho trabajo que hacer a si que decidí hacerme un diario. Estaba solo allí e iba a necesitar contarle las cosas a alguien.
   Llegaron las ocho, hora de cenar. Bajé a la entrada. Allí había tres hombres más, esperando para pasar al comedor. Dos de ellos sobrepasaban los cincuenta años. El otro era algo más joven que yo. Salió la mujer dueña el caserón y nos invitó a pasar. El comedor era de una sola mesa de diez plazas. Las sillas eran incomodísimas. Esa noche cenamos una sopa, pan y fruta.

   Fue una noche dura, casi no dormí. No conseguía acostumbrarme al enorme cambio de vida que estaba sufriendo ni mentalizarme de que así sería durante algún tiempo. Por la mañana, salí del caserón sin desayunar. Pregunté por el transporte público.y me dirigí hacia la estación de autobuses que estaba a unos tres minutos. Me informaron de que había una estación de autobuses a tres minutos del caserón. Fui hasta allí y cogí un autobús con destino a la gran ciudad. Tardamos unos veinte minutos. Durante el trayecto pude fijarme en el modo de vida de la gente. La circulación era un caos, había mucha gente andando al lado de la carretera, la cual estaba mal asfaltada  los comercios de la ciudad parecían no estar organizados, casi no había señales de tráfico y no había casi espacio por ningún sitio, todo estaba repleto de una multitud de gente. Llegué a duras penas, ya que no había señales de ningún tipo, al sitio donde iba trabajar. Me enseñaron mi puesto de trabajo y me senté. Me paré a pensar, ese iba a ser mi día a día y que me tendría que acostumbrar a esta rutina. No me gustaba nada la idea.
 
   Sin embargo, después de seis o siete semanas, comencé a cambiar de opinión respecto al lugar en el que me encontraba. Ya no miraba a mi alrededor con desprecio, sino con lástima. Pasé de estar incómodo con la gente a sentir la necesidad de hablar con ellos porque pensaba que eran infelices. Descubrí un sentimiento nuevo en mí, algo que nunca antes había experimentado: la empatía. Todas las noches escribía en mi diario impresiones sobre aquella gente y pensaba en maneras de poder ayudarles a salir de aquella pésima vida. ¿Qué me estaba pasando? ¿Desde cuándo me preocupaba yo por los demás? En Barcelona siempre me había preocupado sólo por mí. ¿Por qué ahora, de repente, había surgido en mi la necesidad de ayudar a los demás?
    No entendía nada, pero decidí seguir adelante con mi objetivo, el objetivo de conseguir que aquellas personas vivieran felizmente. Sin embargo, me encontré con algo en lo que no había pensado, algo con lo que no había contado. En cuanto ofrecí mi ayuda, la rechazaron, no necesitaban mi ayuda. ¡Ellos pensaban que vivían bien! Esto me perturbó. ¿Cómo se podía vivir bien en aquellas condiciones? ¿No necesitaban buenos coches, buenas carreteras, televisiones...? Acabé por rendirme, esa gente no sabía lo que se perdía.
 
   Llegó el día de volver a casa. Los dos meses de trabajo habían concluido. Estaba contento por volver a mi hogar, con mis cosas y mi gente, pero, sentía que me iba a casa con algo a medias. No había conseguido mi objetivo. Pocas veces me había visto en esa situación. Me dio rabia. Esa gente era ingenua y boba por no querer vivir en mejores condiciones.
   Ya en el avión, intenté contestar algunas de las preguntas que había escrito en mi diario. Seguía sin entender por qué me había venido esa necesidad de ayudar a los demás. Quizá el haberme sentido solo y aislado me había transformado. A lo mejor, el entorno y el cambio de forma de vida me hacían ver la vida de otra manera. ¿Y si hubiera sido otro el que hubiera venido, algún otro compañero de trabajo, habría sufrido los mismos cambios que yo al sufrir la misma experiencia? También me preguntaba sobre la forma de pensar de los que habían sido mis vecinos durante dos meses. Puede que piensen así porque no conocen otros lugares, que estén tan acostumbrados a cómo viven que no imaginen una vida mejor. Si vinieran a España y vieran la forma de vida que tenemos allí, ¿qué pensarían?
   El aviso de que íbamos a aterrizar me sacó de mis pensamientos. Llegué a Barcelona como un hombre nuevo, renovado completamente. Sin embargo, no puedo explicar lo que pasó en las siguiente dos semanas. Todos los valores que había adquirido en mi experiencia desaparecieron. Volví a mi vida de antes, a mis lujos y a centrarme en mis necesidades. Es curioso lo despacio que cambiamos hacia mejores personas y lo rápido que volvemos a la vida fácil. Pero, aunque esta experiencia no me cambiara del todo a corto plazo, hoy en día, 20 años después, tras otras cuantas experiencias vividas, no consigo saber quién soy realmente. ¿Estaré más cerca del hombre que viajó a Sudamérica o del que volvió?
Alba Manjón Cappe
1º BCT

No hay comentarios:

Publicar un comentario