sábado, 30 de enero de 2016

Esquiar es lo más parecido a volar

          El esquí es uno de los deportes que más sensaciones aporta. Sería bastante difícil describirlas, las sensaciones hay que sentirlas. Y me parece muy curioso, porque ya son 5 las veces que he ido a esquiar y todas han sido bastante distintas, ya sea porque he ido progresando técnicamente o porque la gente con la que iba era diferente, pero las sensaciones sí que han sido prácticamente las mismas, y me siguen emocionando.
           Como cada año, no veía el momento del primer contacto con la nieve, de ponerme los esquís y dejarme deslizar. Tener por fin esta sensación de libertad, de satisfacción, de euforia; toda una mezcla de las cosas buenas que existen. Y quieres volver a repetir todo eso una y otra vez. Así que te sientes empujado a volver a subir cada vez que bajas una pala para volver a bajarla, aunque te quemen los cuádriceps o no sientas la cara, aunque te duelan las espinillas y no te puedas mantener en pie. Aunque realmente no te das cuenta del verdadero cansancio hasta después de quitarte las botas, ya en el apartamento, mojada hasta arriba.
Hay varias cosas que caracterizan al esquí. Lo primero es que el hecho de que sea un deporte que sólo se pueda practicar en montaña, en invierno, con nieve (y con ahorros) le hace único. Esperas ansioso el viaje durante todo un año. Y todo esto hace que la primera bajada sea espectacular y especial. Es imposible cansarse de algo que te aporta tanta emoción y que sólo puedes practicar unos pocos días al año, porque cuando vuelves a casa sigues necesitando esa emoción, que en la montaña nunca se agota.
Otra cosa que me llama la atención, no sólo del esquí, si no de los deportes en general, pero sobre todo del esquí, es la capacidad de autoaprendizaje que tenemos. El estar subido sobre los esquís y tener que dirigirlos permite que cada uno adquiera la técnica que mejor le convenga, aprendiendo por el método de, para girar esto funciona, para frenar esto funciona, etc., es decir, del acierto-error. Y es practicando, practicando, practicando cuando se adquiere. Este año por fin he conseguido ir con cantos, y la sensación de velocidad, del viento en la cara, de poder manejar los esquís como casi tus propios pies, aportan todavía un punto más a toda la experiencia.
Pero lo que más me gusta de todo es cómo puedes investigar y jugar como un niño mientas bajas las laderas de las montañas. A veces me imagino historias entre los árboles y caminos; o me pico en secreto con el de al lado, para ver quién llega antes abajo; o simplemente me dejo llevar, sin tener en cuenta las señalizaciones, ¡ya me encontraré cuando recobre mi parte racional!
Y sinceramente, compartir todo esto con mis compañeros de clase, quienes viven por el deporte igual que yo, es un privilegio. De los viajes a la nieve siempre traes anécdotas, y aunque puedas encontrarte a ti mismo a la vez que te pierdes por las montañas, el compartir hace el viaje todavía más valioso.

Entonces, ¿qué por qué me gusta esquiar? Porque es lo más parecido a volar. Porque una vez tienes la base tienes el poder de esquivar, saltar, derrapar, frenar y volver a acelerar, y si te caes, te ríes de ti (y contigo), a veces hasta llorar.

jueves, 7 de enero de 2016

There's glimpses of heaven in every day

"Y entonces me di cuenta de lo difícil que es cambiar realmente.
Hasta el infierno puede ser cómodo una vez que se está en él.
Yo solo quería que la soledad interna se fuera.
(No importa lo jodido que estés, siempre existe el infierno cuando regresas)
Lo curioso es que todo lo que quise ya lo tuve.
Y hay atisbos en el cielo todos los días.
En las personas, en la música, en el amor que siento.
Sólo tengo que empezar de nuevo."

Hospital for Souls - BMTH