jueves, 23 de abril de 2015

Están los deporte de equipo, y luego está el Rugby

El primer año de universidad supone para todos una época de muchos cambios. No podemos evitar pensar en ello y preguntarnos cómo nos afectarán esos cambios. Nos imaginamos una vida totalmente diferente a la que tenemos en el instituto, aunque como ya sabemos, lo que nos imaginamos nunca corresponde con la realidad que después se nos presenta. En mi caso no ha sido diferente, la realidad no ha sido como me imaginaba.

            Me incliné por el Colegio Mayor Ximénez de Cisneros cuando supe que la vida colegial giraba en torno al rugby. He practicado diferentes deportes desde que tengo memoria, baloncesto, fútbol, atletismo, triatlón, pero nunca el rugby, y era algo que me llama mucho la atención.
            Recuerdo la primera vez que cogimos un balón en banquitos y comenzamos a hacer pases. ¿Cómo demonios hacían para pasar el balón dando vueltas con tanta potencia y precisión? Luego supe que ese efecto se llamaba spin. Recuerdo la primera tocata, el primer entreno con el colegio, el primer entreno con el club. La verdad es que parecía un “pato mareado”, sin saber dónde colocarme, a dónde ir, y con barro hasta la rodillas. Realmente el rugby es el deporte más complicado de entender al que he jugado hasta ahora, y por ello el más completo, sufrido y bonito. Diría que es el deporte de equipo por excelencia, porque aquí sí que es imposible que un jugador, por muy bueno que sea, gane él solo un partido. Jugar al rugby es una de esas experiencias que hasta que no la experimentas, no te puedes hacer ni una idea de cómo es realmente.
            Nuestro primer torneo con el equipo femenino del colegio fue un buen punto de partida. La verdad es que me abrió los ojos y casi que me di con un canto en los dientes. ¿Que el seven era sólo correr? Já. Mi experiencia me dice que mínimo también tienes que conocer bien las líneas -mi primer intento de ensayo fallido por ensayar en línea de 5-. Bueno, algo más que contar. En realidad no. Ese torneo fue, además de nuestro primer partido como equipo, lo que nos ha hecho ver todo lo que hemos progresado.
La primera etapa de un deporte es la más bonita, porque es cuando más agradecido es el aprendizaje. En todos los entrenamientos, cada uno de ellos diferente, con las explicaciones de Pinel y Manu, aprendíamos todas esas cosas que no entendía cuando llegué aquí, las touches, los rucks, a sacar la mano, a barrer, a patear, y lo que más nos gustaba, a placar..
Después llegaban los partidos, donde podíamos demostrar nuestro trabajo, pero sobre todo, disfrutar. ¡ALE COLE!

            Así que no, la realidad no ha sido como me imaginaba. La realidad lo ha superado. ¿Cómo iba yo a pensar que al levantarme por la mañana y mirar por la ventana iba a poder ver el mejor campo de rugby de España, que podría ir a banquitos a cualquier hora y encontrarme a gente jugando con un balón, que podría ver partidos en vivo y en directo de la División de Honor? Ahora puedo llevar la sudadera del cole y afirmar orgullosa: Sí, soy del Cisneros.